Pablo Palacio es un escritor ecuatoriano de principios del siglo XX. Vivió la vorágine de los "nuevos" tiempos y de los grandes cambios que siempre conlleva un nuevo siglo, pero al mismo tiempo vivió una tragedia personal: la locura, la cual lo llevó jóven a la tumba.
Debo confesar que no sé como llegó a mi conocimiento la existencia de Pablo Palacio y esa misma pregunta me formuló mi buen amigo, el Embajador Fernando Suárez, de Ecuador, cuando le consulté si por casualidad tenía en su biblioteca algún ejemplar del autor.
¡Sorpresas que da la vida! El embajador Suárez está emparentado, por línea materna con el autor, y por consiguiente, la copia de esta obra no sólo fue fácil accesar a ella, sino que pasa a engrosar mi biblioteca personal, gracias a una fina cortesía del embajador.
Palacio fue un modernista, un surrealista, un revolucionario de la pluma, que no se conformó a su tiempo, y que exploró una temática totalmente tabú para su tiempo: la cotidianeidad de la muerte y la pérdida del escándalo ante ella, las infidelidades como algo que ocurre en la sociedad, y las diferencias de todo tipo en una sociedad que va despertando ante un cambio de siglo.
"Su obra da cabida a locos y marginados en las modernas urbes del siglo XX, obsesivos, deformes, enfermos, incluso pederastas y antropófagos, o personajes tan difíciles de concebir como 'la doble y única mujer'. Con ellos, lleva la deshumanización y la parodia hasta extremos que causan en el lector perplejidad y un gozoso asombro", se dice en la contratapa del libro.
Como comentario personal, debo apuntar que el cuento "la doble y única mujer" es uno de mis favoritos, que requirió de mi atención e imaginación para entenderlo. Basta intentar situarse con esas líneas en los alrededores de 1920 para ver su mérito literario.
"Un hombre muerto a puntapiés" es una serie de cuentos que me acercan un tanto a la literatura ecuatoriana y a un país que me llama mucho la atención para continuar mi carrera diplomática.
20-24SEP013
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