Conforme he ido creciendo, he ido descubriendo que las primeras impresiones no son siempre las que deben guiar mis juicios y conceptos sobre una persona; caso contrario estoy ante los preconceptos tan comunes en sociedades tan huecas como en las que me ha tocado vivir.
Sarah Palin era una de esas personas que la primera impresión que me causó fue de una vacuidad suprema. Pero conforme la he ido conociendo (escuchando sus discursos, viendo su reality show y leyendo sus libros), me he convencido que es una mujer a la que no se le hace suficiente justicia, quizá por esto de los prejuicios.
Sarah Palin es una republicana pero no es una representante del área energúmena de los republicanos. Es una mujer, como su libro indica, comprometida con la Familia, la Fe y la Bandera. Y ese tricálogo, en el cual cree con todas sus fuerzas, merece ser oído y respetado, aunque no necesaria, ni mucho menos obligatoriamente, ser seguido.
El libro es una serie de reflexiones, con perspectiva electoral, sobre la familia y la crisis que vive por el libertinaje, la baja calidad educativa y las amenazas externas como las drogas y el alcohol; son reflexiones sobre el rol de la religión en el ámbito personal, pero también como las creencias y convicciones religiosas de una u otra manera impactan en el servidor público; y finalmente es una apología a la supremacía estadounidense en una especie de chauvinismo descompuesto y aunque aparentemente inocuo, ya nos dije harto sobre esto Annah Harendt, que todo nacionalismo no es saludable.
24-29SEP013
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